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El cielo de New York lloro la despedida de Celia Cruz

Tota
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El último adiós a la «reina de la salsa» Celia Cruz paralizó el centro de Manhattan ayer, cuando una multitud saludó el paso del féretro por la Quinta Avenida hacia la Catedral de San Patricio, donde se ofició una pomposa misa fúnebre.

Cruz falleció víctima de un cáncer cerebral el miércoles pasado y durante los siete días en que sus restos fueron velados en Miami y Nueva York, frente al féretro desfilaron miles de admiradores, artistas, amigos y fanáticos para rendirle tributo.

El ataúd dorado, cubierto con la bandera cubana, con el cuerpo de Cruz atravesó el corazón de Manhattan en un majestuoso carruaje con paneles de cristal, coronado con flores blancas y lilas, y tirado por dos caballos blancos.
Multitudes emocionadas cantaban y la despedían con gritos y aplausos al ver pasar la procesión.

La misa que precedió el entierro fue oficiada por el obispo auxiliar de Nueva York, Josú Iriondo, y asistieron personalidades cercanas a la cantante, docenas de periodistas y millares de seguidores.

«¿Qué hay de mágico en Celia que nos convoca y nos hace vibrar como instrumentos de una orquesta?», preguntó el obispo durante la homilía. «Su pasión y su única pasión fue la vida», se respondió.

Iriondo agregó que «para Celia la libertad era una expresión de la vida y por eso sirvió a la libertad… Es querida por su libertad, su creatividad, su humildad».
La ofrenda de la hostia y el vino en la ceremonia fue entregada al obispo por Antonio Banderas, Paquito D´Rivera, Jon Secada y Rubén Blades.

Patti LaBelle estremeció a los asistentes al servicio cuando interpretó el Ave María y el salsero Víctor Manuel lloró al cerrar la ceremonia cantando La vida es un carnaval, famosa canción de Celia.

En las afueras del templo, Yolanda Pérez, otra admiradora, dijo que «escribí un poema para Celia, porque es una mujer muy linda… se llama Hasta el cielo lloró». Y en cierta forma lo hizo, porque un aguacero cayó mientras el cortejo enfilaba al cementerio. Pero la lluvia no mermó las expresiones de fanáticos que empapados esperaron en las calles para dar su último adiós.

Finalmente el cortejo, encabezado por el carruaje, continuó su recorrido hacia el cementerio de Woodland, en el Bronx, donde ahora yacerán sus restos.

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