Las grasas más beneficiosas para el cerebro son las procedentes del pescado, las semillas y los frutos secos.
"Alimenta tu cabeza”, ordenaba el himno hippy de los sesenta White rabbit.
Seguramente, el grupo que lo cantaba, Jefferson Airplane, no se refería a los alimentos convencionales, sino a otro tipo de sustancias, pero el lema sigue valiendo para todos los que quieran mejorar su rendimiento mental. Como en los demás órganos del cuerpo, la dieta influye en el funcionamiento de nuestro cerebro, y aunque no existan comidas mágicas que nos vuelvan más tontos o más inteligentes, sí podemos favorecer la actividad de nuestras neuronas con determinados ingredientes.
A pesar de que el cerebro solo supone un 2% de nuestro peso, gasta aproximadamente un 20% de las calorías que nos metemos en el cuerpo. Es un gran consumidor de glucosa y le gusta que los niveles de este azúcar se mantengan estables: que no bajen demasiado por el ayuno y le dejen sin energía, pero que tampoco suban excesivamente y acaben causando daños a largo plazo. Por eso, algunos nutricionistas recomiendan comer con más frecuencia, pero en menor cantidad, y, sobre todo, apostar por alimentos que produzcan glucosa de una forma lenta y progresiva una vez ingeridos. Es decir, verduras, frutas, legumbres, cereales integrales y otros alimentos ricos en fibra e hidratos de carbono complejos. Se trata de productos que, al contrario que los azúcares y las harinas refinadas típicas de los dulces o los refrescos, también favorecen una sensación más prolongada de saciedad, por lo que si los consumimos ayudamos a la vez al cuerpo y a la cabeza.
Otro nutriente que se debe cuidar con mimo para fortalecer la mente son las grasas. De hecho, el 60% de la masa encefálica se compone de este material. Esto no significa que para pensar mejor nos tengamos que comer los bocadillos de panceta a pares: las grasas más beneficiosas para el cerebro son las procedentes del pescado azul, las semillas y los frutos secos. Los ácidos grasos omega-3, presentes en dichos alimentos, parecen cruciales para la salud de nuestro sistema nervioso, y su carencia ha sido relaciona con el alzhéimer o la pérdida de memoria. También algunas verduras, como el brócoli, las coles o el repollo, combinan un gran aporte de vitamina C con un gran contenido en carotenoides –unos antioxidantes que protegen especialmente de los radicales libres–, creando una potente combinación antiedad para la función cognitiva.
En el extremo contrario, es recomendable vigilar el consumo excesivo de estimulantes como el café o el té: a pesar de que activan la sensación de alerta y eliminan temporalmente la sensación de sueño, pueden causar ansiedad e, incluso, náuseas y dolor de cabeza si se consumen en exceso. Y aunque no hay ninguna dieta que asegure que puede convertir a cualquiera en una lumbrera, sí podemos apuntar a que grandes pensadores de ayer y hoy –entre los que se cuentan Albert Einstein, Thomas Alva Edison, Pitágoras, Sócrates y Platón– practicaban el vegetarianismo estricto.