Por esa razón en muchos países, como actualmente ocurre en Reino Unido, quieren prohibir la publicación de este material que Naciones Unidas considera "pornografía infantil".
Pero en Japón esta expresión está lejos de ser calificada de pornografía. Y muchos de sus dibujantes son artistas reconocidos.
Una de ellas es Keiko Takemiya, considerada la "madrina del manga", que es como se llama al estilo de dibujos e historietas originarios de Japón.
De hecho, la palabra japonesa manga designa a los cómics en general.
El comic japonés ha sido considerado en varias oportunidades como una ventana de la pornografía infantil.
Ella fue la autora –cuando apenas tenía 26 años- de Kaze to Kino Uta ("El poema del viento y los árboles", 1976), uno de los principales libros de manga en la historia de este género.
La primera página de este mítico título muestra a dos adolescentes de un internado francés, uno sobre el otro, desnudos, después de tener una relación sexual.
El tema homosexual dentro de un colegio rompió los esquemas del manga hasta entonces.
"En esos días había mucha apertura. Podías respirar la libertad del aire. Yo quería explorar y escribir sobre el amor sin límites, el amor en diferentes formas, sin importar si era de mujer, hombre, niño o un viejo", le dijo Takemiya a la BBC.
Hasta ese momento, a mediados de los años 70, un beso heterosexual en un dibujo manga era considerado "subido de tono".
Y Takemiya fue miembro de un grupo de artistas mujeres pioneras que hicieron del manga un género merecedor de la crítica literaria, influenciado por las letras de escritores como Herman Hess, Bram Stroker, Alejandro Dumas y Fiodor Dostoyevsky, que hablaban de temas fundamentales como el amor, el odio, la vida o la muerte.
¿Y cómo hizo para cambiar eso?
"No lo pude lograr por años", respondió la dibujante.
Keiko Tekemiya es considerada una de las precursoras de la expresión sexual dentro del manga.
Sin embargo, ella era lo bastante conocida dentro del círculo de lectores adolescentes como para que valiera la pena correr el riesgo de mostrar otras cosas.
"Tuve que ganarme el derecho de hacer ‘El poema del viento y los árboles’", dijo.
Pero ese libro, más allá de hablar de temas tan delicados como el incesto y la violación, abrió las puertas de la expresión sexual en el cómic japonés.
Tema que en un principio virtualmente no existía y que creció hasta el punto de que Naciones Unidas lo considera una amenaza para el bienestar de las mujeres y los niños.
Pero en Japón no es un tema fácil de digerir. En 2004, cuando el país se encontraba analizando sus leyes contra la prostitución infantil y la pornografía, se debatió si los menores dibujados en los manga deberían ser incluidos en la prohibición.
Y ahí fue donde se abrió la discusión sobre la expresión sexual en el cómic japonés.
Ella consideraba que esa restricción violaba la libertad de expresión y que su libro, considerado un clásico, sería prohibido.
Todavía la prohibición no es un hecho, pero la discusión no cesa.
Por una parte están quienes creen que los dibujos promueven los abusos contra menores en la vida real.
Por otro lado están los que señalan que una prohibición sería un avance del control del gobierno sobre la libertad de expresión.
Pero en marzo, la consejera especial de Naciones Unidas contra la prostitución infantil y la pornografía que involucre a menores de edad, Maud de Boer-Buquicchio, publicó un informe según el cual Japón es el "mayor productor de representación virtual de la explotación sexual de menores".
Naciones Unidas considera a Japón como el mayor productor de representación virtual de la explotación sexual de menores.
La discusión ahora se centra en si la descripción de "menores virtuales" en el manga es una violación de los derechos humanos.
Boer-Buquicchio insiste en que, aunque es fundamental respetar el derecho a la libertad de expresión, los derechos de los niños no deben sacrificarse en servicio de "una poderosa y lucrativa industria editorial".
"Cualquier representación pornográfica de un niño, real o no, constituye pornografía infantil", agregó.
Pero esta es una visión que no comparten algunos.
Por ejemplo, la profesora Yukari Fujimoto, de la Universidad de Meiji, siente que la ONU está apuntando contra el manga basándose en falsos supuestos.
"Una prohibición de la violencia sexual en el manga podría efectivamente ser una prohibición a los logros que han conseguido las artistas femeninas. Prohibir la expresión artística nunca cambiará o mejorará la realidad", dijo.
Pero Takemiya no se excusa sobre incluir retratos problemáticos de violencia sexual que involucren a menores.
Dibujantes y expertos en manga consideran que la prohibición del manga podría coartar el derecho a la libre expresión.
"Ese tipo de cosas pasan en la vida real. Esconderlas no harán que desaparezcan", afirmó.
"Yo he tratado de mostrar la resistencia y la lucha de esos jóvenes, como ellos tratan de sobrevivir y rehacer sus vidas después de sufrir algo semejante", agregó.
Fue a finales de los años 70, cuando no se hablaba de estos temas en los medios masivos, que las dibujantes del manga comenzaron a tocar esta clase de asuntos.
Takemiya recuerda que recibió una carta de una de sus lectoras que le confesó que había sido violada por su padre.
"Ella nunca pensó que algo parecido le pasaba a otras personas, hasta que vio uno de mis dibujos y se sintió que no estaba sola y eso la salvó", recordó.
Takemiya no sabe si la carta es auténtica, pero sigue creyendo con fervor que negar la naturaleza humana no es la respuesta.
"Tal vez abrí la caja de Pandora de la expresión sexual, pero la caja fue abierta para que saliera de allí la esperanza", concluyó.