Darío Amaya contó que su madre tiene 73 años y su gran sueño es poder devolverle un poco de lo que ella ha hecho por su educación y su vida. Por supuesto, cuenta que su infancia fue normal, recalcando que no sufrió discriminación por parte de sus compañeros. No sintió que lo hicieran a un lado y, por el contrario, él siempre buscó integrarse a los juegos de sus amigos y a medida que fue creciendo, tomó como herramientas su voz y su intelecto para defenderse en la vida.
Amaya cuenta que su gran pasión desde niño es el deporte, de hecho, a pesar de su condición integró equipos de rugby a nivel departamental y además pudo estudiar hasta convertirse en técnico en sistemas. Para él, uno de los grandes retos fue convencer a su madre que él debía hacerse a sí mismo y a avanzar en la vida así tuviera que levantarse tras múltiples caídas.
Trabajó vendiendo ropa deportiva y actualmente desempeña labores en una empresa de seguridad después de que en varias empresas le cerraran las puertas. La mentalidad de Darío es positiva y es consciente que, si bien no ha logrado conseguir el empleo de sus sueños, reconoce que ese lugar lo puede llevar a construir uno de sus grandes sueños que es tener su propia microempresa.
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