El colegio es quizás una de las mejores etapas en la vida de muchas personas, pues es allí donde construyen vínculos, historias y el propósito de su vida. Sin embargo, también puede ser un momento muy difícil para muchos, pues las malas amistades pueden o decisiones cambian todo el rumbo.
Víctor Cruz es el protagonista de un nuevo episodio de Entre Valientes con Adriana Bustos. Según develó, creció en una familia de clase media- baja en el barrio la Victoria, al sur oriente de la capital. Un niño consentido y con algo de privilegios al ser el menor de 4 hermanos. No obstante, los amigos y la ambición por el dinero lo llevaron al camino que un niño de 14 años no tendría por qué vivir.
Y es que la rebeldía no llega sola, el consumo de cig4rr1ll0 y la sed de dinero lo llevaron a dejar sus estudios, razón por la que consiguió trabajo en un bar, mismo al que ingresaban sustancias y que él debía guardar para evitar conflictos. Toda esta vida desenfrenada a tan temprana edad no solo lo llevaron al mundo del consumo, sino también a vivir en las calles de su barrio, donde al inicio era ayudado por los vecinos, pero que con el tiempo le dijeron no y optó por delinquir.
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«Mi madre me permitía en ocasiones especiales ir a mi casa, comer algo y dormir, pero desafortunadamente siempre que me iba a ir me robaba algo», contó Víctor, resaltando que le arrebató a su madre lo más preciado: la paz y la tranquilidad.
Las dr0g4as no fueron la única adicción de Víctor, la delincuencia también se convirtió en parte de su vida buscando esa «dopamina» que tanto le faltaba y que lo llevaron a excesos, tanto que eran sus mismos familiares los que pagaban sus daños o corrían a ayudarlo para que nada grave le pasara.
En medio de los delitos y las ansias de estas sustancias, este hombre tocó fondo, prefirió comida, aseo y habitaciones por dr0g4as. Tocó fondo, dejando atrás la vida que tenía y dándole paso a la indigencia.
Tras varios intentos, incluso después de 14 heridas con arma blanca y pedir perdón a Dios, Víctor seguía con la sombra del consumo, pero había alguien que seguía con la fe intacta: su madre, quien decidió llevarlo hace 25 años a un centro de rehabilitación, convirtiéndose en una persona «útil» y con una hermosa familia.
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